lunes, 31 de octubre de 2022

Vietnam 2008

Cuando llegas al aeropuerto de Saigon, lo primero que te confirma que estás muy lejos de casa es el control de inmigración. A mí la apertura de las fronteras europeas me pilló bastante jóven, por lo que en mis escasos viajes por Europa estos trámites han durado escasos segundos, y eso cuando los ha habido. Allí tuve que dar hasta la dirección en donde iba a residir. Algo absurdo, pues sólo iba a estar 3 noches en ese hotel, pero bueno...

Fuera nos esperaban dos cosas: el taxista del hotel y el calor. El caso es que llovizneaba, y desde los pasillos nos había dado la impresión de que hacía fresco. Pero no. Al calor tropical se le sumaba la humedad del ambiente, haciendo imposible evaporar el sudor y refrigerar nuestra piel. No tardamos mucho en subir al coche, afortunadamente. El que mira a la cámara era nuestro taxista ;-)

Es justo al salir del aeropuerto cuando uno se sumerge en el tráfico de la ciudad. Un enjambre de ciclomotores, acompañados de ciclotaxis, bicicletas (pocas), coches y algún que otro autobús forma un río metálico cuyas corrientes se entrecruzan suavemente. Frente a lo que pueda uno pensar, los atascos son poco frecuentes.

Uno se acaba acostumbrando, pero resulta muy chocante la casi total ausencia de cruces regulados. Aquí tiene prioridad el que llega antes, y los intermitentes no se usan. Cuando te acercas a alguien con la intención de adelantarle, le das un toque al claxon. Y el otro, que se de por avisado. De ahí el constante ruido de bocinas, que no cesa durante las 24 horas del día en las zonas más concurridas.

Otro sentido que se ve afectado es el olfato. Regularmente (cada 20 metros o así) puedes encontrarte con un puesto callejero de comida humeando caldo de pescado y/o verduras. Yo creo que es la comida lo que predomina en el olor general de la ciudad, si bien mezclado con humo de motores, verduras al sol y algo más que no fui capaz de identificar. Contrasta la escasez de papeleras con la limpieza de las calles. Un batallón de barrenderos patrulla constantemente, limpiando las aceras de los desechos producidos por los puestos callejeros, de las colillas de tabaco, etc.

La electricidad. Me quedé con la duda de si alguien la paga en Vietnam, o si es un servicio público. Los postes para los cables soportan una maraña de cables dificil de creer hasta que se ve. Y frente a cada edificio alguien ha realizado un empalme para obtener energía.

La gente. Diferenciaré entre guiris y locales. Los guiris vamos allí por diferentes motivos, a elegir: desconectar del trabajo/divertirse (lo que viene siendo vacaciones), conocer otra cultura o turismo sexual. A los últimos se les ve a la legua. Suelen estar bastante creciditos, y van acompañados de chicas bastante más jóvenes. A veces, completa el grupo el hijo de ella (¿?). Realmente resulta dificil acabar la noche sin que alguna de estas chicas se te insinue o proponga algo. Frecuentan principamente los bares de guiris, como las moscas la fruta podrida.

En general, sin embargo, el grueso de turistas en Vietnam lo compone gente jóven que viaja al país a divertirse. Resulta raro ver una mala cara entre la gente. El estar de vacaciones, y rodeado de sonrientes asiáticos, contribuye a ello.

Pero me quedo con los españoles. Cuando constatas la camaradería con la que nos tratamos allí, cuesta entender por qué somos tan diferentes en casa.

A lo mejor es por sentirnos en 'territorio comanche' o por la alegría que da escuchar a alguien hablando en cristiano, pero la verdad es que todos y cada uno de los españoles (quizá debería decir españolas, porque fueron inmensa mayoría) con los que nos hemos cruzado han resultado ser muy agradables.

También conocimos a un portugués más loco que una cabra y más cachondo que la música de los caballitos que, a fuerza de viajar con las cordobesas, hablaba un español con un asento andalú que quitaba el sentío.

La gente local. Alegre y amistosa. En cuanto les decías que eras de España (Tây Ban Nha, para los amigos) saltaban: 'champions', 'number one', 'Casilas', 'Fernando Tores'. Siempre te dirigen una sonrisa.

Y no creo que sea sólo porque te quieran vender algo, sino porque realmente son así. Te hace reflexionar entre la relación inversa que allí parece existir entre riqueza material y felicidad.

En cuanto al ambiente nocturno, sólo hemos vivido el de los centros turísticos del país: Saigon, Nha Trang, Hanoi y, en menor medida, Sapa. De todos estos sitios, quizá el más animado sea Saigon. Acabamos un par de noches en un bar que cerraba a las 4 am (creo).

En Hanoi, sin embargo, nos dijeron que cerraban antes. A medianoche, concretamente. Pero como ya estábamos dentro del bar y nos hicimos amiguetes, nos pudimos quedar hasta las mil.

Nha Trang es más playero, y lo que triunfa cuando cierran los bares es ir al club en la playa y bailar sobre la arena hasta que el cuerpo aguante o se te acabe el dinero. Sapa es diferente. Orientada a otro tipo de turismo, no cuenta con tantos locales ni tanta gente en ellos. Aunque haberlos, haylos.

De comer y de beber. Ambas cosas resultan muchísimo más baratas que en España. Por unos 200.000 dongs (8 euros al cambio) puedes pedir una cena para 2 personas con la que acabas realmente saciado. Y puede salirte incluso más barato si te sientas en un puesto callejero. Dos platos de tallarines fritos más dos cervezas, salen por unos 70.000 dongs (algo menos de 3 euros).

Si te lo montas bien, o si tienes suerte, puedes incluso hacerte amigo de los parroquianos y pasar un buen rato con ellos.

Como con todo, hay diferencias. Así como en Europa existe el standard 'pack de boxers del H&M', tomaremos como medida de baremo la cerveza 'Tiger'. Si entras a una disco de moda, pagarás 60.000 dongs por una lata. En un bareto de guiris standard, te costará desde 30.000 a 40.000. En un restaurante normal saldrá por unos 15.000 - 20.000 dongs. En el puesto callejero antes mencionado, la botella sale por 10.000. En los combinados no hemos notamos tanta diferencia diferencia, pues sólo los tomamos en garitos de guiris. Salen por unos 40.000 dongs, si bien el tamaño deja algo que desear según el standard español. En favor de los vietnamitas debo decir, sin embargo, que está bastante extendida la sana costumbre del 'happy hour' y que preparan unos 'White russians' fabulosos.

Y otra cosa más a su favor: preparan una cerveza artesanal que, a mi personalmente, me encantó (aunque debo decir que me gustan todas las cervezas, jejeje). Por sólo 3.000 dongs (os ahorro las cuentas: 12 céntimos de euro) puedes pagar un vaso.

Puedes encontrar esta bebida en puestos callejeros o en locales tirando a cutres. En Hanoi existe un cruce de calles en el barrio antiguo en el que hay un local en cada esquina. Está lleno de guiris, ya que es la zona en la que se acumulan los hoteles para mochileros, pero también los vietnamitas frecuentan estos puestos.

Cómo preparar la ruta. Si no se ha visitado antes el país, el consejo es no dejar todo reservado desde España. Dos semanas dan para mucho y, si se pretende estar 2 o 3 noches en cada lugar, es bueno poder tener la libertad de cambiar la ruta sobre la marcha.

La ruta prevista era Saigon – Nha Trang – Da Nang – Hoi An – Da Nang – Hanoi – Saigon. Ya en Nha Trang nos ofrecieron una escapada turística en moto por las tierras altas centrales, lo cual era bastante apetecible. Alejarse del calor y las ciudades después de 6 noches, acompañados por guías, era una buena alternativa al plan previsto. El guía parecía bastante profesional, y nos enseñó fotos de los lugares a visitar, así como un cuaderno en el que antíguos clientes daban su opinión sobre la experiencia. Peeero...

... ya puestos, mejor ir a Sapa. Así pues, adelantamos la llegada a Hanoi unos cuantos días para tener tiempo a ir a las montañas del norte, en la frontera con China. Existía la posibilidad de realizar otro tour desde Hanoi a la bahía de Halong (buscad imágenes en google), pero habría sido necesario ir a la carrera, sin tiempo a disfrutar de Halong ni de Sapa.

Los viajes internos. Con Jetstar resulta relativamente barato viajar en avión, con lo que puedes moverte de una parte a otra del país sin excesivo esfuerzo económico. Por cada billete Saigon a Nha Trang pagamos 35 $. Para ir de Nha Trang a Hanoi, el billete costó unos 90 $. Por volar con Vietnam Airlines desde Hanoi hasta Saigon pagamos 135 $ por billete. En todos los casos, compramos los billetes mediante el hotel en el que nos estuviéramos alojando en ese momento, con lo que nos podría haber salido algo más barato si lo hubiésemos gestionado nosotros mismos. Sobre todo en el caso del billete de Hanoi a Saigon, en el que sospecho que nos timaron un poco.

El tren es otro mundo. El viaje en tren nocturno de Hanoi a Lao Cai es una experiencia que no olvidaremos en la vida. Compramos los billetes en la propia estación el día anterior, por lo que sólo quedaban plazas en asiento duro. No pegamos ojo en las 9 horas que, creo, duró el viaje. Fue curioso ver cómo los vietnamitas se repartían el sitio en los bancos, turnándose para dormir sobre o bajo ellos.

Y todavía nos quedaban 45 minutos en minibús desde Lao Cai hasta Sapa. El conductor iba como si le persiguieran mil demonios, por una carretera llena de curvas y baches. Cada pocos segundos aparecía una moto de frente. Me tocó sentarme en uno de los asientos traseros, con la cabeza a 10 centímetros del techo. La amortiguación del vehículo era inexistente, por lo que estuve bromeando con unos alemanes acerca de la necesidad de llevar casco dentro del minibús, hasta que me quedé dormido y dejé de acordarme de las motos, los baches y la madre del conductor...

Para la vuelta nos lo montamos mejor, ya que reservamos los billetes desde el hotel con el tiempo suficiente como para poder optar a plazas de litera blanda. Los billetes de ida a Lao Cai nos habían costado 90.000 dongs (unos 6 $), mientras que los de vuelta en litera nos costaron 30 $, pero realmente mereció la pena. Los compartimentos incluyen aire acondicionado y botellas de agua. Pure luxury.

Antes de irnos a dormir tuvimos tiempo de echar unas partidas a las cartas con las 'sexi cards', ante la perpleja mirada de la azafata que nos vendió unos botes de tallarines que nos compramos para cenar. El 4 de 'rubias' y el 2 de 'tangas'...

Aparte de los asientos duros y las literas blandas, existen otros dos tipos de plazas en los trenes vietnamitas: asiento blando y litera dura. Los austriacos con los que compartimos cabina a la vuelta habían viajado en asientos blandos a la ida, y nos dijeron que se eran suficientemente cómodos. Sin embargo no debe suceder lo mismo con las literas duras, ya que nos comentaron que era como dormir en el suelo. Dichas plazas consisten, en realidad, en planchas de metal adosadas a las paredes de la cabina, al más puro estilo carcelario. Lástima no haber hecho fotos.

Para los desplazamientos por las ciudades, lo más barato si vas en grupo puede ser un taxi. Pero no lo cambio por la experiencia de subir de paquete en un ciclomotor y sumergirte en el caos. Además, llevan aire acondicionado de serie ;-)

Cuando uno camina por la acera de la ciudad, sin más pretensión que dar un paseo o dirigirse a un bar o restaurante, no puede dar más de diez pasos sin que un moto-taxista le ofrezca sus servicios, que son de lo más variado. De esta manera, el diálogo más repetido en las dos semanas fue algo así:

Vietnamita: Moto-taxi?

Guiri: No, thanks...

Vietnamita: Marijuana?

Guiri: No, thanks...

Vietnamita: Hashish?

Guiri: No, thanks...

Vietnamita: Massage?

Guiri: ...

Aquí hay que aclarar que 'massage' es un eufemismo, con significado obvio de putiferio. En general, ir en moto es una buena opción para la noche. Los conductores conocen los locales en los que uno se lo puede pasar bien, y te llevan por unos 15.000 - 20.000 dongs. Por el camino te irán ofreciendo el resto de sus servicios, pero con rechazarlos amablemente es suficiente.

Como alternativa más económica para desplazarse por la ciudad, y para los más valientes, existe otra posibilidad: ir andando. Los cruces regulados por semáforos escasean, y no puedes estar completamente seguro de que vayan a respetar los existentes, así que si se desea cruzar una calle sólo queda santiguarse y dar un paso al frente. Al principio de cierto respeto, evidentemente, pero uno se acaba acostumbrando a caminar rodeado de hileras de ciclomotores (yo incluso lo echo de menos). La circulación es bastante lenta, lo que da tiempo a los conductores a adecuar su trayectoria a la tuya.

Ahora toca hablar de los hoteles. Tanto en Saigon como en Hanoi hay barrios enteramente dedicados a acoger a los mochileros. En sus calles, la práctica totalidad de los edificios se destinan a servir como hoteles, bares, locutorios o agencias de viajes. O una mezcla de todo ello. Se escapan a la clasificación por estrellas y por fuera son todos iguales, por lo que es recomendable echar un vistazo antes de hacer el check-in.

En la mayoría ofrecen servicio de internet y lavandería, además de tours turísticos. En algunos se ponen especialmente pesados intentando venderte estos tours. De hecho, el trato que nos dispensaron en el hotel de Hanoi cambió bastante desde el momento en el que decidimos rechazar ese servicio... Todo lo contrario ocurrió en el hotel de Saigon, donde todo fueron amabilidades. Nos aconsejaron incluso sobre precios para comprar algunas cosillas. Fue el hotel en el que nuestra habitación era más pequeña, pero fue también en el que más a gusto me encontré (¡y el más barato!). Desayuno y cena incluida en los 19 $ por habitación doble, y zumo/café/té a discreción todo el día. ¡Madame Cúc rules!

Voy a dar un salto temático para hablar de Sapa. Esta región del norte de Vietnam es lo que más me gustó del viaje, y la principal razón por la que deseo volver. El valle es realmente precioso, un regalo para la vista. Además, el hotel donde nos alojamos disponía de terrazas desde donde admirar las montañas, siempre cubiertas de nubes.

Fue en Sapa donde alquilamos unas motos para explorar la zona. Ascendimos hacia Lai Châu, donde hay algunos saltos de agua. Durante el trayecto había tramos en los que casi atravesabas las nubes. Sobre todo en la cima del puerto, donde tuvimos que dar la vuelta porque no se veía un carajo.

Por el camino paramos en un puesto en la carretera, donde no tuvimos huevos de probar los pinchitos de gorrión (ahora me arrepiento). Nos conformamos con unas cervezas...

También fue en Sapa donde buscamos y encontramos a Lam y Ca, dos mujeres h'mong a las que quise llevar un mensaje de un amigo. Los 4 ratos que pasé con ellas fueron muy especiales, por lo emotivos que resultaron. Me enseñaron a decir algunas cosas en su lengua, como 'hola', 'gracias', etc, además de la utilísima 'no voy a comprarte nada, gracias'. Les debimos caer bien, pues nos invitaron a visitar su poblado si volvíamos.

Yyyy... nada más, creo. Soy un pésimo fotógrafo, y no me gusta ir con la cámara colgada del cuello todo el día, por lo que muchos detalles no quedaron registrados en la tarjeta. Pero quedan en la memoria, sobre todo, los ratos pasados con la gente de allí... como el hombre que se nos puso a cantar en la playa de Nha Trang con Óliver a la guitarra... las bromas con la gerente del hotel de Saigon... la charla con May, el vendedor de tabaco... el pintor vietnamita que estudió arte en París... las risas con la dependienta de la sastrería donde nos compramos unos pantalones... la noche que nos perdimos y acabamos en un karaoke en el que éramos los únicos occidentales... las conversaciones con chicas no del todo recomendables...

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